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Fábulas y verdades

Rafael Pombo (1833-1912) fue un importante escritor colombiano que, cuando representaba al gobierno de Colombia en Washington, recibió el encargo de una editorial de Nueva York de llevar al castellano algunas de las «nursery rhymes» anglosajonas. Aquí estuvo el origen de sus libros Cuentos pintados y Cuentos morales para niños, incluidos más tarde en el cuarto volumen de sus obras completas, titulado Fábulas y verdades. 

En él se contienen más de doscientas cincuenta composiciones poéticas del autor, muchas traducciones de otros idiomas aunque recreadas de nuevo, y una tercera parte originales. En la primera parte hay fábulas clásicas (Los huevos de oro, La mosca y la hormiga…), traducciones libres de autores anglosajones, himnos para escolares, oraciones para niños, poemas puramente festivos, canciones patrióticas pero también poemas críticos hacia la propia historia o hacia los defectos nacionales. La segunda, Cuentos pintados, son relatos en verso, y parecida es la tercera, Cuentos morales para niños formales, que contiene poemas humorísticos y otros con moraleja, y algunos breves relatos en prosa.

Humorísticas, desenfadadas e imaginativas, las poesías de Pombo están en el origen de mucha literatura posterior y le han valido la consideración de clásico de la literatura colombiana e hispanoamericana. En conjunto son todo un alarde de recursos: Pombo posee una gran riqueza de léxico, emplea toda clase de formas poéticas, trae a sus poemas a toda clase de personajes de la mitología o la historia, multiplica los juegos idiomáticos, y puede usar un registro tanto satírico como tierno y sentimental.

En la introducción a la cuarta parte, que lleva el título «Apéndice» y contiene poemitas para enseñar el abecedario y dar conocimientos básicos, Pombo fundamenta la eficacia del verso para la enseñanza en el fuerte sentimiento del ritmo que poseen los niños, y afirma que los versos aprendidos en la niñez adquieren «fuerza de axioma, de proverbio, de experiencia anticipada», por lo que quiere emplear el «doble instinto del retozo y el interés» con la intención de corregir la crueldad infantil e inculcar al niño sentimientos de piedad hacia los demás y hacia los animales: «La piedad no es hija del instinto, sino de la religión, de la moral y de la propia experiencia».

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