Olivia

Olivia, del norteamericano Ian Falconer (1959-), es uno de los grandes personajes infantiles de los últimos años. En el álbum que la dio a conocer vimos ya su hiperactividad, cómo se viste, juega con su gata, sueña con ser bailarina (como la del «Ensayo General» de Degas, su cuadro favorito), construye un sorprendente castillo de arena en la playa, decide pintar las paredes de su habitación como un cuadro de Pollock que vio en el museo y no le pareció gran cosa, no se acuesta sin insistir y exigir que le cuenten varias historias… Mientras, al fondo, su hermanito pequeño la observa y la imita.

El álbum se puede calificar de perfecto por su categoría y por su capacidad de alcanzar por igual a un público adulto y a un público pequeño. Sus ilustraciones son muy narrativas, expresivas y graciosas, fluidas y enérgicas, y están compuestas sólo con blanco, negro y rojo, y algún que otro marrón. Además, continuamente añaden nuevas dimensiones al texto, refuerzan sus mensajes positivos y optimistas, y contagian buen humor y alegría de vivir. Aunque Olivia es un álbum de ambientes sofisticados, los lectores pequeños no lo tendrán en cuenta y sin duda disfrutarán con el personaje, quizá se propondrán imitarla en alguna de sus múltiples actividades y, sobre todo, adquirirán la seguridad de que pueden jugar y hacer trastadas sin ser por eso menos queridos por sus padres. Al acostarla por la noche, su madre le dice: «¿Sabes? Eres agotadora, pero de todas formas te quiero». Y Olivia le da un beso y le dice: «Yo también te quiero de todas formas».

Hay varios álbumes más que continúan las andanzas del personaje, ya sin el encanto que siempre tiene descubrir a una protagonista encantadora, pero con igual calidad gráfica y algunos excelentes golpes, tanto visuales como argumentales.

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