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Cosa de niños

Cosa de niños contiene siete relatos cortos humorísticos del escritor suizo Peter Bichsel (1935-) que se han vuelto a publicar en España en una nueva y cuidada edición.

En La tierra es redonda el protagonista analiza las cosas que sabe y concluye que, como la tierra es redonda, si viaja en línea recta terminará llegando al mismo punto: pero ponerlo en práctica no es tan fácil. ¿Para qué nos sirve lo que sabemos?

Una mesa es una mesa trata de un hombre que decide cambiar el significado de las palabras, con la consecuencia de que no puede comprender a la gente ni la gente puede comprenderle a él. ¿Para qué y cómo nos comunicamos unos con otros?

América no existe habla de si América no sería un invento de un bufón del rey para librarse de un castigo y, desde aquel suceso, todos hemos jugado al mismo juego de hacernos trampa unos a otros. ¿Por qué creemos lo que creemos?

El inventor es un hombre que, después de inventar un aparato que ve lo que ocurre a lo lejos, sigue fabricando inventos que ya existen. ¿Para qué hacemos lo que hacemos?

El memorioso es un personaje que sabe todos los horarios de trenes hasta que descubre que las oficinas de información también tienen esos datos por lo que decide contar escalones, información que ningún empleado podría leer en ningún libro. ¿Para qué queremos lo que sabemos?

Saludos de Yodok, un tío que mencionó el abuelo. Además del juego infantil de usar Yodok continuamente, del mismo modo que los Pitufos emplean el vocablo pitufo, el relato habla de las palabras que se graban en la niñez y perduran en la memoria, y también plantea cuánto importan el afecto y la buena voluntad al comunicarnos con los demás.

El hombre que no quería saber nada se da cuenta de que para decidir no saber algo primero tiene que saber lo que no quiere saber, por lo que se propone aprender chino. Al final, afirma el narrador, «siguió viviendo igual que antes con la diferencia de que ahora también sabía chino». ¿Qué interesa saber?, ¿qué interesa ignorar?, ¿por qué?

No hay que aclarar que las preguntas que se indican atrás no se formulan expresamente pero dan idea de que los propósitos del autor y su sentido del humor son más bien adultos, por más que sus relatos lleguen bien a cualquier lector reflexivo. En conjunto, a mi juicio estos cuentos funcionan como demostraciones, por reducción al absurdo, de la necesidad de un sentido para la vida o, si se quiere apuntar más bajo, de la inconsistencia de cualquier escepticismo radical, aunque caben otras interpretaciones y no creo que el autor tuviera nada parecido en mente cuando los escribió. Puede dar idea del tono intelectual de los textos la opción del ilustrador de incluir, en algunas imágenes, al mismo Bichsel pero también a escritores como Gógol, Borges, Samuel Beckett, o Bob Dylan.

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