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Aprendiz de Guardián: Las ruinas de Gorlan, El puente en llamas, La tierra del hielo

Se han reeditado en los últimos meses dos novelas del australiano John Flanagan (1944-) tituladas Las ruinas de Gorlan y El puente en llamas, y se anuncia para octubre La tierra del hielo, debido a que pronto habrá película sobre ellas. Hace años se presentaron en la colección Montaraces que ahora, siguiendo el título inglés más literalmente, se llama Aprendiz de Guardián. La serie original tiene doce volúmenes y sólo los tres primeros, los que yo conozco, han sido traducidos al castellano.

En Las ruinas de Gorlan se presentan el escenario y los protagonistas: un mundo paramedieval —una isla semejante a Inglaterra en la que no hay magia pero sí criaturas extrañas (que recuerdan a los orcos de El Señor de los anillos)—; unos héroes en formación y un malvado al acecho al otro lado de las fronteras. Al comienzo se cuenta el día de la Elección en el Castillo de Redmont: un grupo de jóvenes de quince años son escogidos para distintos oficios y Will, un chico huérfano que desea entrar en la Escuela de Combate, no es seleccionado para ella por ser bajito, pero sí para entrar en el cuerpo de montaraces, los espías y vigilantes del reino; en cambio, su rival Horace sí es elegido para llegar a ser caballero. Luego se habla del aprendizaje de Will y de una persecución, junto con su maestro Halt y el también montaraz Gilan, de los espantosos kalkara, unos seres fortísimos de aspecto de oso y simio, prácticamente invulnerables. Además, Will desea saber quién fue su padre.

En El puente en llamas, durante una expedición al sur, al país de Céltica, Gilan, Will y Horace encuentran a la joven Evanlyn, que huye de una incursión de wargals (unos especímenes también parecidos a osos pero menos mortíferos que los kalkara), y descubren que no sólo es cierta la sospecha de que lord Morgarath desencadenará un ataque contra el reino de Araluen, sino que la amenaza es mucho mayor de lo que suponían pues se anuncian varias oleadas de invasores skandians.

El tercer libro, La tierra del hielo, tiene dos hilos conductores que no se juntan en ningún momento. Uno sigue la vida de Will y Evanlyn entre los skandians y sus infructuosos intentos de huir; otro cuenta la expedición de Halt y Horace por tierras de Gálica para intentar rescatarles y tiene algo de parodia de los libros artúricos con caballeros medievales en busca de rivales a los que vencer.

Estas tres primeras novelas tienen defectos pero, también y sobre todo, algunas de las cualidades de las mejores novelas de aventuras, empezando por la buena construcción del andamiaje inicial de la historia: la formación y las dudas del héroe y la presentación de quienes le rodean.

Defectos: el autor a veces hace aclaraciones explícitas innecesarias —«Will asintió, comprendiendo el razonamiento de su maestro»—; los malvados son planos —«el mal siempre atrae a los suyos, y en el círculo más próximo a Morgarath eran todos, sin excepción, malvados, depravados y de corazón tenebroso. Todos, no obstante, eran guerreros muy capaces y, la mayoría, asesinos despiadados»—; algunos episodios están sobrecargados; la gran batalla del segundo libro se resuelve muy fácilmente; los golpes de humor son poco humorísticos…

Cualidades: acción bien llevada y claridad narrativa sin lirismos improcedentes; mundo interior inseguro de los protagonistas bien dibujado; tal vez lo mejor es lo precisas que son las descripciones de las habilidades que adquieren Will y Horace —tiro con arco, seguimiento de pistas, manejo de puñales y espadas…—; hay tensión en los combates singulares que se suceden y todos ellos son diferentes entre sí; está bien presentada la forma en que los protagonistas aprenden a huir de cualquier adulación y a ser conscientes de sus limitaciones y de sus capacidades…

Hay que advertir, además, que no son relatos independientes: es necesario leerlos por orden y conviene saber que las historias no se cierran al final de cada libro sino que quedan pendientes de un «continuará», lo que puede resultar frustrante.

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