Tom y el pájaro, del suizo Patrick Lenz (1965-), es un álbum sin palabras muy conseguido. El niño protagonista convence a su padre de que le compre un pájaro. En su casa lo cuida y lo alimenta pero ve que el pájaro no tiene buen aspecto… El estilo de los dibujos tiene parentesco con el de Hergé. Las escenas iniciales —guardas, página introductoria y primera ilustración—, que recuerdan las de Zoom, son como un acercamiento desde el aire hasta el mercado por el que deambulan el niño y su padre. Luego, la narración gráfica ya sigue la historia eligiendo los planos que convenga sin buscar la continuidad gráfica y combinando varias escenas en una sola página como lo haría un cómic. A veces el autor usa primeros planos y efectos plano-contraplano para intensificar y transmitir la emoción. Luego, en cuatro páginas y once ilustraciones distintas el chico aparece con nueve jerseys o nikis distintos: una forma de mostrar al lector cómo pasan los días y el pájaro sigue igual de mustio. El final es muy satisfactorio: es el protagonista quien, como un premio por su bondad, gana una nueva libertad.
Tom y el pájaro
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