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Max y Moritz y otras 9 historias

Se suelen considerar Max y Moritz y otras historietas dibujadas, del alemán Wilhelm Busch (1832-1908), los orígenes del cómic ya que, aún sin utilizar los globos de diálogos típicos, en ellas aparecen ya ciertos recursos gráficos del género. Esta edición facsímil de una publicada en los años noventa, contiene varias historietas encabezadas por las que protagonizan Max y Moritz, dos niños gamberros que con sus travesuras enloquecen a los vecinos de su pueblo: una viuda, el sastre, el maestro, el tío Fritz… Otra es la de Hans Patachula, un joven cuervo capturado por Fritz, un chico revoltoso. Otra la protagonizan Plisch y Plum, perros cuyos nombres proceden del sonido ¡Plisch!, al caer al agua el flaco, ¡Plum!, al caer el gordito, cuyos dueños son Peter y Paul, dos chicos que los encuentran y los llevan a casa.

Busch fue un autor muy traducido y su difusión en Norteamérica a finales del siglo XIX lo convirtió en un modelo para los primeros dibujantes de cómic. Sus dibujos complementan el texto, unos versos sencillos y pegadizos que van al pie de cada dibujo, y a veces lo transforman, pues revelan la contradicción entre lo que se dice y lo que de verdad se piensa, e incluso desmienten la moraleja que se formula. La secuencia de imágenes tiene ritmo y en los episodios abundan los golpes humorísticos de tinte surrealista, tan propios del cómic de humor.

Entre tanta literatura para niños muy didactista, la obra de Busch supuso un fuerte choque. Max y Moritz abrieron el desfile de chicos díscolos y traviesos que inundarán las historietas de todo el mundo. Sus aventuras fueron criticadas por ser consideradas, con razón, muy poco ejemplares. Pero no lo es menos el comportamiento de los adultos, tan poco interesados en los chicos pues no muestran dolor por su triste final, como si lo importante fuesen el orden y la tranquilidad recobradas.

En este y en otros relatos, los finales trágicos denotan la visión pesimista e irónica de la sociedad de su tiempo que tenía el autor. Además, Busch es el predecesor de los argumentos que satirizan los errores pedagógicos, de los relatos tragicómicos basados en las bromas pesadas. Su obra ha pervivido por el ingenio de sus tramas, por la gracia y el ritmo pegadizo de sus versos, por la expresividad de sus ilustraciones, y por ser la primera vez que se presentan con gracia las ocurrencias tontas e incluso malignas de los niños, y a los adultos como las víctimas de las burlas.

Debe ser destacado el mérito de una traducción que intenta conservar la frescura, el sentido, el ritmo y el efecto cómico de los versos pareados consonantes, que son los que Busch usa para que puedan ser retenidos con facilidad por el niño.

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2 Comentarios

  1. Leí «Max y Moritz»: tiene gracia, y como álbum ilustrado y por sus orígenes es una pieza preciada, pero dudo de la capacidad de entusiasmo que pueda producir en un lector novel. Eso sí, desconozco las otras historias. En efecto, no pretenden ser moralizantes en absolutos, sólo cuentan la historia de los dos pillos y de cómo acaban mal.
    Sí que me parecen más interesante, en esta línea, las adaptaciones de Guillermo el travieso o el nuevo volumen de historias completas de este personaje, sin olvidar aquellas historias del pequeño Nicolás. De nuevo me surge la duda, que nace de la corta experiencia, de que al lector aficionado le pueden encantar, pero a los que se estén iniciando en la lectura, les pueden resultar un poco más arduas o difíciles.
    Quizás como sugerencia, poner una calificación de 1 a 10 en el propio post y crear otra categoría para las edades +14 ó +16, ¿sería mucho pedir?

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