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Más allá del Viento del Norte

Más allá del Viento del Norte, el primer libro infantil de George MacDonald (1824-1905), está considerado una obra maestra y es uno de los libros fundacionales de la literatura infantil: tiene uno de los personajes infantiles más conmovedores de la historia y, sin duda ninguna, es uno de los libros más poderosos que se han escrito nunca sobre un tema tan difícil como es la muerte de los niños. Desde que se publicó por entregas, en 1868, hasta 2016, que se ha publicado la primera edición del libro en España, ha pasado ya tiempo pero, a cambio, la edición es excelente: la traducción es buena, tiene las notas explicativas necesarias, reproduce las ilustraciones originales de Arthur Hughes (1832-1915), se lee con comodidad.

Un chico llamado Diamante, hijo de un cochero cuyo caballo se llama también Diamante, es un niño muy bondadoso que alegra la vida de los demás allí donde va y sabe tranquilizar a sus padres en los momentos de más dificultad. Al principio del libro vemos que, algunas noches, Viento del Norte, una misteriosa mujer con largo pelo negro, le viene a buscar y lo lleva con ella a distintos sitios: esas experiencias dejan en Diamante un gran deseo de irse para siempre a donde ella le lleva, un país que está «más allá del viento del norte». La narración luego se centra en las dificultades y vicisitudes de la familia de Diamante pues su padre enferma y él ha de desempeñar su trabajo. Con ese motivo, se relaciona con una chica maltratada y con un benefactor rico, Mr. Raymond, que, más tarde, ofrece un trabajo al padre de Diamante en su casa de campo. Todo el relato lo cuenta un hombre adulto, que conoció a Diamante y a su familia, y a quién el mismo chico le contó las cosas.

Aunque el argumento tiene altibajos, pues se alternan momentos de gran interés con otros pasajes que parecen innecesarios o, al menos, prescindibles, en este libro no sólo brillan la viveza del estilo de MacDonald y su talento para la creación de personajes extraordinarios, sino también su gran ambición a la hora de abordar temas difíciles. Para muchos hoy resulta un poco difícil no tanto leerlo como aceptar el planteamiento y el tratamiento que hace de algunas realidades que humanamente cuesta sobrellevar y muchas veces son poco comprensibles.

Una es la muerte de un niño —el personaje de Diamante parece tener que ver con un hijo del autor que falleció siendo niño—, y el hecho de que un niño acepta su propia muerte mucho mejor que los adultos que le rodean. En esa dirección apunta el hecho de que Diamante no tema e incluso desee irse a la parte de atrás, o la espalda, del viento del norte, un lugar denominado así por Herodoto —tal como el narrador indica en el mismo texto—, y que se refiere a un lugar feliz más allá de la muerte.

Otra es el encanto particular de algunos niños, en este caso de un niño muy bondadoso que tiene algo de la figura de Cristo —algunos llaman a Diamante «el bebé de Dios»—, en el sentido de que todos le admiran por su bondad al tiempo que atrae burlas y rechazos, y en el de que no parece pertenecer a este mundo pues siempre desea y procura hacer el bien, y no tiene en cuenta los malos tratos que recibe.

Y otra más es el asombroso personaje de Viento del Norte, que tiene algo de la figura de una madre que sabe ser amable pero también dura, y que parece representar la voluntad de Dios. En un momento le dice a Diamante que, aunque su corazón es bueno, «en ocasiones me llaman Mala Suerte, en otras Malvada Oportunidad, a veces la Segadora»… Y en otro que «no puedo hacer nada cruel aunque a menudo hago lo que parece cruel a esos que no saben lo que realmente estoy haciendo».

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