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Espiando a un amigo

Una buena novela policiaca juvenil, que ya tiene unos años, de la israelí Batya Gur (1947-2005) es Espiando a un amigo. En Jerusalén, Shabi, un chico de doce o trece años, es tutor en su escuela de Benyi, un alumno de ocho. Cuando Benyi se comporta de modo extraño y huye de Shabi, éste intenta descubrir qué pasa. Recurre a su compañera Yuli y ella le lleva junto a su abuelo Hirsh, que les ayuda en la investigación. En la narración de los hechos que hace Shabi, se revelan la preocupación por la enfermedad de su padre; sus dotes para la pintura; su afición al baloncesto; y, sobre todo, los celos que tiene de Nimrod, el novio de Yuli y el chico líder de su clase.

En sus muy vendidas novelas policiacas, la autora cuenta las cosas de un modo lento y pormenorizado, muy apropiado para ir desvelando poco a poco los entresijos de los casos y para ir mostrando el mundo interior de sus personajes. El mismo estilo calmoso y discursivo en boca de un narrador de doce años tiene algunos problemas pero, con todo, funciona: Shabi sabe mostrar lo que ve, y lo que piensa y lo que no quiere pensar, con simpatía y claridad. El relato es intrigante; los personajes están bien perfilados y las relaciones entre ellos bien trabadas; está conseguido el modo en que se muestran las tensiones, subterráneas y visibles, que recorren la sociedad israelí. Por otra parte, no son pocos los aciertos a la hora de señalar las reacciones interiores de Shabi: cuando Mijal, la pedagoga del colegio, les dice «cuando seáis mayores, lo entenderéis», Shabi dice: «Eso es algo que siempre me pone de los nervios. De todas las clases de literatura en las que hemos dado poesía, sólo me acuerdo de un verso: “En la vida no hay cursos para principiantes”, y precisamente la profesora no se detuvo demasiado para comentar ese verso».

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