Akim corre, de la ilustradora belga Claude K. Dubois (1960-), es un conmovedor álbum o, si se quiere, novela gráfica, que se presenta dividido en once tramos que comienzan con algo de texto que presenta las escenas que, a doble página, vienen a continuación. Al principio vemos a Akim que juega con sus amigos en el río y oyen un ruido que es de un avión; la gente del poblado se refugia, Akim corre como los demás, encuentra que su casa está destruida y no hay nadie, llora, quiere encontrar a su familia pero se suceden las explosiones, ve cadáveres y personas heridas a su alrededor, y por fin, calma mientras ve ruinas por todas partes; el tercer tramo empieza cuando se refugia en unas ruinas; luego se nos indica y vemos cómo pasa tres días completos allí; en la mañana del tercer día, llegan unos soldados que lo hacen prisionero, etc.
Gran álbum que se basa, primero, en la calidad de unos extraordinarios dibujos a lápiz, con mucho movimiento y no siempre nítidos, como corresponde a las situaciones que se describen. Luego, en que la secuencia de imágenes está conseguida y en la fuerza que desprende todo lo que no se cuenta pero se apunta o se insinúa. En tercer lugar, en la universalidad de la historia, que nosotros, hoy y aquí, entendemos tan bien pero que cualquiera y siempre, incluso si se contara sin palabras, no tendría dificultad alguna en comprender por completo. Además, para los lectores a los que va dirigido es un gran acierto el desenlace: dado que cualquier final, en un caso así, es siempre incompleto, y con facilidad nos puede parecer improbable, a mí me parece que la ilustradora ha elegido la mejor opción, que hace comprender igualmente bien cualquiera de las otras posibilidades que tienen por delante todos los niños como Akim.